divendres, 30 de juliol del 2010

Una hora más en Canarias




Alguien no hace mucho me dijo: “No hay peor cosa que vivir permanentemente en la mediocridad y no querer salir de ella”. Una hora más en Canarias de David Serrano es una película que nace, vive y muere en la mediocridad, casi sin intentar en ningún momento salir de ella y que cuando lo intenta acaba muriendo en la más absoluta vulgaridad.

 La fórmula es la misma que la que Serrano había utilizado en “El otro lado de la cama” y en la segunda parte “Los dos lados de la cama”, pero en esta ocasión el resultado es muy distinto. Si bien las películas anteriores sin ser una auténtica maravilla cumplen con su cometido siendo graciosas y entretenidas,  esta última no hay por donde cogerla. Las escenas graciosas se limitan a las apariciones de Miren Ibarguren, dos o tres en toda la película, y alguna que otra escena aislada. Lo ligeramente destacable aparte del trabajo de Ibarguren, son las actuaciones de Quim Gutierrez y en algún momento Eduardo Blanco. Y dentro de lo muy destacable, negativamente claro, seguro que entrarían la mayoría de los apartados técnicos, el resto del reparto (en especial las dos protagonistas femeninas Angie Cepeda y Juana Acosta) y el desenlace de la película. Todo desastroso a partes iguales.

Al ver los primeros planos uno piensa que tal vez la película se vea pobre porque tenía un presupuesto bajo, o porque se gastaron mucho dinero rodando en las Canarias, o porque con la crisis que vivimos han querido dar ejemplo.  Pero cuando la historia va avanzando te das cuenta de que el dinero invertido en rodar en las islas se lo podrían haber ahorrado, porque sabemos que son las Canarias, igual que podría haber sido Isla fantasía o el mismo Springfield de los Simpsons, bueno de haber sido así hubiese tenido más gracia seguro.  La parte del presupuesto invertida en las actrices principales la deberían haber destinado a contratarles un profesor para que recuperaran las campanas que seguro que hicieron en la escuela de interpretación porque es ahí en lo único en que la película consigue salir de la mediocridad pero para caer más abajo.  Hasta se echa de menos la publicidad subliminal porque ni siquiera han sabido invertir el dinero que han ganado tapando la pantalla con anuncios tamaño XXL en un buen “departamento musical”. Las canciones mediocres, coreografías mediocres,  banda sonora mediocre. Hasta un concierto de los que hacen en Isla fantasía hubiera estado mejor.  Aún así un mal día, o una mala peli, la tiene cualquiera. Confiemos en que la próxima sea mejor y en que el director no se haya convertido en un “niño melón”.

Por suerte aún queda verano, y para septiembre “Una hora más en Canarias” solo será un recuerdo borroso como si de una insolación se tratase. Un recuerdo seguro eclipsado por Toy Story 3 (el próximo comentario en el blog) y esperemos que también por Origen (Inception).

dijous, 22 de juliol del 2010

“ASSquerositamente” sorprendente.



Recuerdo una mañana de sábado, a principios de Octubre de hace algunos años ya,  cuando un amigo me invitó a ver una peli de polis en el Festival de cine de Sitges. Nada más llegar y ver el cartel me quería morir. El típico póster, con la típica pareja de polis en la típica pose chulesca y en letras enormes HOT FUZZ. Me pasé la media hora de cola poniendo a parir la peli que todavía no había visto, el póster y a mi amigo por prepararme semejante encerrona para acompañarlo a ver lo que prometía ser una auténtica bazofia. Al final la peli no solo no resultó ser tan mala sino que me encantó, tanto que ahora está en mi estantería. Y es que sin duda una de las mejores cosas que te pueden pasar cuando vas al cine (aparte de que nadie coma palomitas a tu lado)  es cuando no sabes o no te esperas nada de una peli y te lo acabas pasando genial. 

Kick-Ass es uno de estos casos. Seguramente no sea un ejemplo tan flagrante como Hot Fuzz, pero es una de esas películas que aunque parece que deba moverse en la mediocridad consigue despuntar en muchos momentos logrando un gran todo. En el inicio Kick-Ass da a entender que será una película más, que pasará sin pena ni gloria con su humor blanco inmaculado, y que quedará en el olvido días o incluso horas después de haberla visto. Pero con la aparición de los personajes secundarios se evidencia que no será así. Aaron Johnson (Kick-ass) no está mal como protagonista, pero queda eclipsado por completo con la aparición de Nicolas Cage y Chloe Moretz  (Big Daddy y Hit Girl). Sobretodo ellos, y en ocasiones Christopher Mintz-Plasse y Mark Strong, los malos malotes, hacen cambiar de rumbo la película dándole un toque de acción Tarantiniana que le sienta de maravilla. La blancura queda atrás y las salpicaduras de sangre mantienen con vida la película hasta el final. El Nicolas Cage más sobreactuado y una niña de nueve años convertida en una máquina de matar quitan interés al personaje principal, pero a la vez regalan los mejores momentos de la película manteniéndola con vida. Además, hay que valorar el buen hacer técnico a lo largo de casi todo el film, el que consiga ser un divertimento continuo más que plausible con varios momentos álgidos que enganchan y que es una película que no engaña a nadie, la película idónea para simplemente pasar una buena tarde.