dissabte, 4 de setembre del 2010

Back to the past ( en inglés el título siempre queda más cool)

Cuando se acaba el mes de agosto y con él el final de las vacaciones, todo parece coger un aire distinto. Es una época del año en la que uno parece hacerse mayor de golpe. Cuando eres niño significa empezar un curso nuevo, tal vez empezar a ir solo al colegio, quizás llegue un aumento de paga... Y cuando creces aunque las cosas son muy distintas esa sensación perdura, cada vez los años parecen pasar más rápido y cuando miras hacia delante te encuentras con un largo año de trabajo por delante. Hay veces en las que uno no presta mucha atención, es una sensación extraña, difícil de detectar, al cabo de unos días desaparece y seguimos hacia delante sin más. Este año esa sensación se ha manifestado en mayor medida  y seguro que tiene que ver que las dos películas que han marcado este final de mes, y por una razón o por otra me han hecho coger mi Delorian y viajar al pasado.



El primer viaje lo hice con The secret of Kells. Esta película animada de Tomm Moore logró colarse en los últimos Oscar para competir con monstruos de la talla de Up, Los mundos de Coraline, Fantástico Mr. Fox y Tiana y el sapo con una propuesta distinta pero  no por ello menos atractiva. En un terreno que parece dominado por la animación made in pc y el stop motion nos encontramos con una película que nos devuelve a los tiempos en que predominaba el trazo clásico. Las animaciones  con toques medievales son de una belleza extrema, elaboradas meticulosamente hasta el último detalle cobrando vida como si de su propia novela gráfica en movimiento se tratara. La banda sonora combina el estilo celta y los cantos gregorianos logrando una comunión perfecta que sobresale en muchos momentos y engrandece aun más lo que estamos viendo. Una maravilla estética que aunque no está del todo bien escoltada por la historia de ritmo irregular y no del todo redondeada, es una lástima que haya llegado a las salas de cine tarde y a cuentagotas. El cine de animación ha dejado de ser desde hace tiempo solo una cosa de niños y The secret of Kells es un buen ejemplo de ello.



El segundo viaje al pasado ha sido de la mano de Sylvester Stalloone y sus mercenarios, o como se tendría que haber titulado: Los prescindibles. La traducción correcta del título original y sin duda mucho más acertada. Cuando se ve una película de Stallone es inevitable volver la mirada atrás i pensar en las sagas de Rambo o Rocky y en películas como Máximo Riesgo. Pero los años pasan para todos, y para algunos más.  Durante toda la película se produce una dualidad entre el deleite y el sufrimiento. Deleite por las fantasmadas propias de una buena película de acción que no engaña a nadie, y el sufrimiento por las escenas en que alguno de los veteranos, y en especial Don Stallone, hacen un esfuerzo físico impropio de su edad. Me tuve que tapar los ojos cuando Sylvester corre desesperado para cogerse del avión en marcha que va a despegar porque pensé que se quedaba en el sitio. Los prescindibles que le acompañan son Jason Statham, el gran heredero de la testosterona. Dolph Lundgren (Ivan Drago en Rocky IV y He-man), Mickey Rourke al que no le hace falta ninguna escena de acción para dar miedo y Jet Li, sin duda el que mejor se conserva, pero ya se sabe, los chinos se pueden meter cien hot dogs en un minuto y no engordar ni un gramo. También aparecen Terry Crews y Eric Roberts y cameos de Arnold “Terminator” Schwarzenegger y Bruce Willis. Los prescindibles es una película de acción decente pero perfecta para desconectar el cerebro una tarde de verano. Lo único que se le echa en falta es alguna que otra frase lapidaria y apariciones de otros grandes del género como Van Damme o Seagal y por supuesto el gran Chuck Norris, ¡el único que ha jugado a la ruleta rusa con  un revolver completamente cargado y ha ganado!