dilluns, 28 de juny del 2010

Dos amantes y una muñeca de carne y hueso.


Si en algo se caracterizan las películas de James Gray es sobre todo en que son siempre películas de buenos actores e interpretaciones apoyados en un muy buen guión. Two lovers no es una excepción.

En Two lovers Gray se acompaña de Joaquin Phoenix para meternos de lleno en la vida de Leonard Kraditor, un joven que sufre de trastorno bipolar interpretado de manera meticulosa y escrupulosa con un resultado excelente. Sin duda lo mejor del film y lo que lo lleva a un nivel más allá. A cada lado de Phoneix, encontramos a Gwyneth Paltrow y Vinessa Shaw que como si de dos extensiones de su personalidad se trataran le acompañan  haciendo un trabajo espléndido sin nada que envidiarle. Los tres crean un triángulo amoroso crudo y desconcertante en el que cada lado adyacente supone un estado de ánimo, la euforia más desenfrenada y la depresión más profunda. Siempre caminando por el borde del precipicio sin saber el lado en el que se va a caer ni cuál es el más profundo. Además hay que sumarle el buen hacer de Elias Koteas y sobre todo de Isabella Rossellini que convierten sendos pequeños personajes en papeles que consiguen no sólo llenar la pantalla sino también estar a la altura de las demás actuaciones.

En lo que al apartado técnico se refiere, Two lovers cuenta con una banda sonora correcta, que acompaña sin grandes estridencias pero que no pasa desapercibida. Y una fotografía acertada, austera y gris como la visión que tiene Leonard de su vida y que se acopla perfectamente dentro de este pequeño y complicado rompecabezas.

Si hablamos de la cualidad de darle vida a una fotografía excelsa tendríamos que hablar indiscutiblemente del cine japonés, y en este caso concreto de Hirokazu Koreeda. El director de Nadie sabe y Hana es un ejemplo perfecto de la capacidad de unir en un mismo fotograma la belleza más intensa y la crudeza más impactante. Air Doll se empapa de ese talento y lo aprovecha al cien por cien.

Koreeda nos cuenta la historia de Nozomi, una muñeca hinchable que un día cobra vida. Una muñeca con corazón que debe aprender a vivir en un mundo extraño donde todo es nuevo y en el que se siente única de su especie.  Si podríamos considerar que Hirokazu es su padre, su madre sin duda es Doona Bae. Dota de corazón a Nozomi metiéndose dentro de su cuerpo de plástico relleno de aire y soledad transformándola en una chica de carne y hueso y lo más importante, con alma. Entre los dos no solamente dan vida al personaje de Nozomi, dan vida a la película entera. Una obra maestra que sorprende, cautiva y te aprisiona el corazón.

Sin duda dos de las mejores películas de lo que llevamos de año. Imprescindibles.

dissabte, 12 de juny del 2010

Dos polos opuestos: Fantastaico Mr. Wes. Y “Ma che cazzata stai facendo” Medem.



En el 2004, Wes Anderson se sumergía en las profundidades marinas. Una vez dentro de aquel minúsculo submarino junto a su inseparable Bill Murray, Angélica Houston, Cate Blanchett, Williem Dafoe y compañía. Wes descubrió una nueva tierra aún no explorada, el maravilloso mundo de la animación. Fue en esos días cuando empezó a gestar Fantástico Mr. Fox junto a su amigo y colaborador Noah Baumbach.

Wes se mueve en la técnica del stop-motion como pez en el agua, o mejor dicho, como zorro en su madriguera, consiguiendo una auténtica película “Made in Anderson”.  Pequeños detalles presentes en cada imagen que cautivan y logran apresarte, títeres llenos de vitalidad y extravagancia conducidos por un dios que construye un mundo a su medida. Un dios que se sabe todopoderoso y que traza cada pincelada con extrema delicadeza. Rara vez, cinco personas refugiadas de la lluvia en una sala de cine un miércoles por la tarde, se arrancan a aplaudir cuando acaba la peli. 

En otra liga diferente parece moverse nuestro otro protagonista de hoy. Julio Medem. Su última película parecía tenerlo todo. Una ciudad sublime, actrices idílicas y una trama que sólo con leer dos líneas de la sinopsis encandilaba a cualquier  varón/macho heterosexual. Pero  al final solo se quedó en “Habitación en Roma”.

Un anuncio de teletienda de esos que venden ordenadores a las cuatro de la mañana en los que no puedes controlar los bostezos que te vienen cada diez segundos. Simple, aburrida, falta de alma, incapaz de transmitir nada de lo que se propone y que lo único que provoca es vergüenza ajena. Julio Medem parece haber perdido la brújula que tan bien le guío al “círculo polar” y ahora deambula caóticamente entre sus fantasías de madurez. Si Wes es como la ópera que cuando la ves por primera vez sabes si la vas a amar o a odiar, y sabes que será para siempre. Medem se está convirtiendo en un vino picado que parecía que con el tiempo iba a mejorar, y de tanto esperar se ha acabado estropeando.