divendres, 28 de maig del 2010

THE END





Llegó el final más esperado desde hace mucho tiempo, y aunque esta vez no ha habido fundido a negro, tampoco se ha podido escapar de la polémica y de las decepciones como si del humo negro se tratara. Antes de nada diré que a mí personalmente el final me ha gustado mucho, me gustó la primera vez que lo vi (con ocho minutos menos gracias a la emisión de cuatro), y me gusta más cada vez que lo veo. Y ya van tres.

Mucha gente ha quedado decepcionada con el final de Lost por que no era el final que esperaban. Yo pensaba que la gracia de seguir una serie, y más si se trata de Lost, es la capacidad de sorprendernos y emocionarnos. Este desenlace, a mi parecer, cumple sobradamente estos dos requisitos. Tal vez el desenlace de la isla muchos lo podían intuir y a la vez esperaban más respuestas sobre toda la mitología que la rodea. Olvidan que en toda historia de ciencia ficción hay preguntas sin respuesta. Y enlazándolo con el desenlace de los personajes, si hubieran dado respuesta a todos los interrogantes de la serie, esta tendría una vida mucha más corta. En cambio, ahora todos somos libres de dejar volar nuestra imaginación, tratar de averiguar todas las incógnitas o especular en como hubieran seguido sus vidas. Por otro lado, el desenlace de la trama de los personajes (la realidad paralela) me pareció sublime, emoción a raudales en cada reencuentro, con varios puntos álgidos y un buen final, una oportunidad de despedirnos de todos ellos a la vez y una solución cerrada para los ansiosos. Todos aquellos que solo esperaban el último capítulo para conseguir las ansiadas contestaciones a cada una de las preguntas, deberían preguntarse por que los personajes siempre van bien peinados o nunca llevan la ropa rota, porque a las chicas nunca les crece bello en la axilas o porque Jack siempre lleva los zapatos impolutos. Si dejamos pasar todo esto y más y no nos quita ni una pizca de magia, para que torturarse, mejor que a partir de ahora sigamos haciendo el papel que ha hecho Hurley por nosotros en la isla. Seguro que es más saludable.

Pero la grandeza de Lost también reside en que ha llegado mucho más allá que cualquier serie que se haya hecho antes. Ha sido la primera serie en conseguir traspasar todas las fronteras posibles teniendo a miles de personas pendientes de que apareciera el siguiente capítulo cada miércoles en la pantalla del ordenador. Ha conseguido llenar cines y juntar a 400.000 personas delante del televisor un día a las seis de la mañana, que muchas de ellas lo hicieran quedando expresamente para ver el final, Incluso que alguien “cogiera prestado” un proyector de la universidad para que sus amigos vieran en casa el “The end” a lo grande.  

El domingo pasado, como cada domingo leía la columna de Albert Espinosa en El periódico de Catalunya. Allí contaba que para una amiga suya la relación con Lost era similar a la relación que se tiene con una pareja. “Los dos primeros años son idílicos. Al tercer año rompes con ella y juras que no volverás a verla jamás. Al cuarto año retornas porque sabes que algo extraño te une. El quinto es intenso y en el sexto hay grandes decepciones y alegrías aunque sabes que se ha de acabar por el bien de ambos.” Y yo aún sabiendo que nunca podré igualar al gran Albert añadiré… Y cuando todo se acaba te das cuenta de que seguro que un día tendrás otra, y te hará más  o menos feliz. Pero sabes que nunca la podrás substituir.

dijous, 13 de maig del 2010

El Chico de los calcetines de rayas.




Para Tim Burton sus calcetines de rayas son sagrados. No hay un solo día en el que no se los ponga, y es que para Tim, sus calcetines rayados son la atadura que consigue mantenerle los pies en el suelo. Según él, antes de descubrir los efectos que le provocaban los calcetines rayados, Tim era un chico capaz de salir volando y pasarse los días perdido en las alturas. Allí daba rienda suelta a su imaginación sin que nada ni nadie pudiera molestarle. Ahora, con sus calcetines cubriéndole siempre los pies, aún estando atado a este mundo, sigue imaginando todo tipo de fábulas, como la que nos ocupa hoy: Alicia en el país de la maravillas.

La película es una adaptación muy libre de la novela de Lewis Carrol. Muy “libre”, que no muy personal. Tim Burton parece querer abarcar demasiado para quedarse en nada. El sello Burton aparece a cuentagotas en una historia que resulta aburrida, pesada y superficial. Con un inicio y un final sin ritmo ni sentido, llena de personajes secundarios vacíos, sin alma ni personalidad, interpretados por actores perdidos en el país del croma que parecen ponerle el mismo interés  que cualquiera que haya visto ya media hora de película, es decir, ninguno. Lo mejor de todo, cuando acaba. Te quitas por fin las gafas 3D y sabes que no te volverán a engañar y no volverás a ver una película en tres dimensiones si no ha sido filmada originariamente así.

Tim por favor, vuelve a quitarte esos calcetines que lo único que consiguen es que cada película que haces sólo mejore cuando haces la siguiente. Vuela y visita al chico de las manostijeras a ver si te inspira, date una vuelta con los extraterrestres de Marte o cásate con la novia cadáver. Y sobretodo olvida a Helena, Johnny y las tres dimensiones.