dilluns, 23 d’agost del 2010

Nolan, el artesano de los puzles.


Había una vez, en una pequeña casa de Londres un niño llamado Christopher Johnathan James Nolan. Christopher siempre había sido un niño distinto a los demás, sus padres siempre se preguntaban de donde le venía la afición por la filosofía y no entendían porqué prefería  quedarse un día entero encerrado en su habitación leyendo a Freud en lugar de salir a jugar a pelota con sus amigos. Intentaban que Christopher se interesara por las cosas “normales “de un niño de su edad pero a él todo eso le parecían bobadas y seguía interesándole más todo lo que pasaba dentro de su cabeza que lo que pasaba fuera. Lo que nadie sabía es que Christopher no podía ser como los otros niños, y es que Christopher no tenía sueños. No es que no tuviera aspiraciones, metas o deseos, simplemente no podía soñar. Cada día se tumbaba en la cama al lado de su hermano Jonathan, se dormía y horas más tarde se despertaba sin más. No comprendía porque era diferente,  así que estaba decidido a averiguar lo que le pasaba. Christopher se pasaba el día haciendo preguntas a sus padres, preguntas que la mayoría de veces resultaban incómodas porque no podían responderlas.  ¿Por qué nuestro cerebro nos engaña creando recuerdos falsos en nuestra cabeza? ¿Somos capaces de engañar nosotros a nuestra memoria? Sus padres no eran capaces de satisfacer la curiosidad de su hijo y trataban de darle distracciones que le supusieran un reto, y a la vez que pudieran entretenerlo para que no hiciera tantas preguntas. Entonces un día decidieron comprarle un puzle. Cien piezas ni más ni menos. Christopher no tardó en resolverlo, aún así, una vez lo tuvo completado sintió que acababa  de hacer algo grande. La alegría no duró mucho, tan solo unas pocas horas hasta que descubrió que sus amigos habían hecho puzles más grandes que el suyo. Esa misma noche Christopher al llegar a casa se encerró en su habitación, desmontó el puzle, cogió unas tijeras y empezó a cortar las piezas hasta que tuvo unas quinientas. No sólo quería hacer un puzle mayor que el de sus amigos si no que le encantaba la idea de crear un puzle mucho más complejo de lo que parecía a priori. Los años fueron pasando, Christopher fue creciendo, y con él también crecían su curiosidad por todo lo relacionado con el subconsciente y su interés por satisfacerla. Devoraba libros sin descanso perdiéndose entre sus páginas horas enteras dejando volar a su imaginación lo más cerca posible de los sueños. Finalmente se graduó en literatura y encontró la manera de sustituir los sueños que no podía tener. Sus sueños eran sus historias que ahora convertía en películas para que otros las pudieran soñar.

En su último “sueño” Origen (Inception) Christopher sigue fabulando a través del Freudismo dando rienda suelta a su ingenio. Origen es una muy buena película que encaja a la perfección dentro de la filmografía del director. Un rompecabezas más complicado de lo que parece en sus inicios compuesto por piezas de Existenz de Cronenberg, Abre los ojos de Amenábar, Dark City de Proyas y Matrix. Todas en mayor o menor medida se alimentan de Freud y Nolan lo que hace es llevarnos al “origen”. Nos mete en los sueños de otros, que es lo que seguro habrá “soñado” él en infinidad de ocasiones, y nos enseña que allí está el principio de cualquier sentimiento, y uno de los más arraigados el de culpabilidad.

El reparto es espectacular, combina juventud y veteranía a partes iguales. Di Caprio, el director de orquestra que parece haberse especializado en hacer papeles de hombres afligidos con una complicada vida familiar, sin hacer un trabajo espectacular consigue una notable actuación con un papel en la línea de Revolutionary road y Shutter Island. Las películas de Nolan siempre muestran las vidas de hombres atormentados perdidos en laberintos complejos. Y aunque en ocasiones con desmedida frialdad y algo de impersonalidad entre los personajes siempre alcanza su objetivo. Los puzles de Nolan al contrario de los demás a medida que se van completando parecen tener una solución más difícil. Gracias a eso la película avanza ganando intensidad apoyada por unos efectos visuales portentosos, las calles doblándose como el cartón parecen inmejorables, pero solo hasta el fragmento del hotel, un auténtico prodigio en el que al igual que a los protagonistas Nolan nos deja suspendidos en aire pero sin ganas de bajar. Ahí Nolan sabe moverse con una armonía que ya quisieran Michael Bay y compañía. Otra cosa es la escena de acción en la nieve previa al desenlace. A las películas de Nolan no le hacen  falta ese tipo de escenas, su capacidad para dirigir es innegable y queda demostrada con la tensión y la intriga que transmite. 
Las escenas de acción desenfrenada, y sobretodo esta, solo sirven para que la productora quede contenta al ver que tiene un gran blockbuster entre las manos y queden justificados algunos ceros del presupuesto. El final vuelve a ser uno de sus puntos fuertes, si en Memento logra un giro excepcional, y en el truco final guardaba un as en la manga, aquí da rienda suelta al espectador para que especule con la continuación de la aventura. ¿Alguien ha desviado un segundo la mirada de la peonza?



dimarts, 10 d’agost del 2010

Pixar Experience: ¡Hacia el infinito y más allá!


Volviendo a casa después de ver Toy Story 3 me preguntaba qué es lo que estarían haciendo mis “juguetes” mientras yo estaba fuera.  Es posible que Jack estuviera preparando la próxima Navidad, puede ser que Chico Mancha haya lavado su traje de nuevo o que Stewie y el Dr.Maligno hayan ideado un nuevo plan para conquistar el mundo. Es imposible lo sé, pero es el resultado de vivir una “Pixar experience” y hasta dentro de algunas horas no se me habrá pasado.

Una de los requisitos para vivir plenamente una “Pixar experience” es no llegar nunca tarde al cine. Antes de la película, Pixar siempre nos regala un cortometraje que por sí solo ya valdría el precio de la entrada. “Día y noche” es seguramente el mejor corto que han hecho hasta ahora, combinan la animación clásica y en 3D a la perfección para deleitarnos con una auténtica maravilla que es mucho más que un simple telonero del artista principal. Creatividad sin límites. Entonces empieza Toy Story 3 y ya con la primera escena uno se da cuenta de que va a ver un final magistral para una trilogía que raya la perfección. 

Después de tres entregas, la capacidad de asombrar permanece intacta y te vuelve a seducir sin perder ni una pizca de originalidad. Este último capítulo es mucho más adulto que los anteriores, y a la vez capaz de provocar muchas más risas. Con una historia madura y gamberra a partes iguales nos demuestra que las obras maestras son universales y que pueden emocionar y arrancar carcajadas a todos por igual. El ritmo es trepidante de principio a fin, sin descanso las sorpresas se suceden una detrás de otra a cada cual mejor que la anterior. Todos los personajes principales tienen más peso en la película y los nuevos destacan sin ensombrecer a los demás. Sobre todo Mr. Potato y Ken a los que pido enérgicamente que los nominen al Oscar a mejor actor de reparto y al Globo de oro a mejor actor de comedia. En todo momento las risas y las emociones van cogidas de la mano consiguiendo que este sea el mejor episodio de los tres, y que sea recomendable tanto para los fans de la saga como para los que no les acabaron de convencer las dos primeras. ¡UNA AUTéNTICA OBRA MAESTRA!