dissabte, 12 de juny del 2010

Dos polos opuestos: Fantastaico Mr. Wes. Y “Ma che cazzata stai facendo” Medem.



En el 2004, Wes Anderson se sumergía en las profundidades marinas. Una vez dentro de aquel minúsculo submarino junto a su inseparable Bill Murray, Angélica Houston, Cate Blanchett, Williem Dafoe y compañía. Wes descubrió una nueva tierra aún no explorada, el maravilloso mundo de la animación. Fue en esos días cuando empezó a gestar Fantástico Mr. Fox junto a su amigo y colaborador Noah Baumbach.

Wes se mueve en la técnica del stop-motion como pez en el agua, o mejor dicho, como zorro en su madriguera, consiguiendo una auténtica película “Made in Anderson”.  Pequeños detalles presentes en cada imagen que cautivan y logran apresarte, títeres llenos de vitalidad y extravagancia conducidos por un dios que construye un mundo a su medida. Un dios que se sabe todopoderoso y que traza cada pincelada con extrema delicadeza. Rara vez, cinco personas refugiadas de la lluvia en una sala de cine un miércoles por la tarde, se arrancan a aplaudir cuando acaba la peli. 

En otra liga diferente parece moverse nuestro otro protagonista de hoy. Julio Medem. Su última película parecía tenerlo todo. Una ciudad sublime, actrices idílicas y una trama que sólo con leer dos líneas de la sinopsis encandilaba a cualquier  varón/macho heterosexual. Pero  al final solo se quedó en “Habitación en Roma”.

Un anuncio de teletienda de esos que venden ordenadores a las cuatro de la mañana en los que no puedes controlar los bostezos que te vienen cada diez segundos. Simple, aburrida, falta de alma, incapaz de transmitir nada de lo que se propone y que lo único que provoca es vergüenza ajena. Julio Medem parece haber perdido la brújula que tan bien le guío al “círculo polar” y ahora deambula caóticamente entre sus fantasías de madurez. Si Wes es como la ópera que cuando la ves por primera vez sabes si la vas a amar o a odiar, y sabes que será para siempre. Medem se está convirtiendo en un vino picado que parecía que con el tiempo iba a mejorar, y de tanto esperar se ha acabado estropeando.

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